A las puertas de cualquier paraíso. Por Juan Jorganes
Josefina Aguilar arriesga la
escritura y algo más en Overbooking en el paraíso (Ultramarina). Publica un largo poema con la voz de una primera persona que disecciona su cuerpo enfermo de emociones por la espera ante la puerta cerrada del paraíso. Tras esa puerta, un interlocutor único, a quien se ofrece el sacrificio de ese cuerpo que solo quiere sanar con su presencia, con la cercanía al menos, se identifica desde las primeras líneas como el padre.
Solo una aventurera de la
palabra escribe una carta al padre sin
sentimentalismos, sin mensajes apropiados para un libro de autoayuda o para una diapositiva que colgar en Facebook, sin llevarnos por esos lugares comunes en todas las guías de viajes interiores. Los seres humanos tenemos sentimientos en común, emociones universales, dichas y angustias
compartidas, pero cada individuo las percibe y las atiende como únicas e
irrepetibles. Esta paradoja resultante de contar lo universal como único y lo
personal como universal se resuelve en las grandes obras literarias, las que permanecen, las que señalan nuevos caminos por los que transitar.
Con la palabra como único material, se nos ofrecerá una solución nueva
para resolver esa vieja paradoja, bien mediante la estructura de la obra (cómo
se nos presenta) o bien mediante el contenido (qué nos cuenta) o bien, exponiéndose peligrosamente porque evita cualquier seguridad conocida, con una estructura rupturista y un contenido metafórico, alegórico, en arrebatada
sucesión de imágenes. Esta última es la
opción de Josefina Aguilar: un lenguaje propio, presentado en una cascada de treinta páginas, para un yo único.
El libro no está dividido en poemas ni sigue el formalismo del verso. Mantiene un ritmo a base de oraciones simples, oraciones con solo dos verbos o frases sin verbo. Rompe, así, con la estructura más frecuente de cualquier libro de poemas. Toda la fuerza de su contenido proviene de la
singularidad del
lenguaje, pues no se parece a ninguno. Ese es el compromiso de la
autora desde el comienzo y lo mantendrá hasta el final. Evita con acierto los peligros de la acumulación incoherente de metáforas vacías y de la alegoría caprichosa, o la
repetición de una simbología manida.
Enfrentada a todos los riesgos de la creación literaria, la escritora
arriesga también el yo que unifica la
obra pues lo
expone a la propia disección del cuerpo para que no se escondan en ninguno de sus rincones las
emociones, un material siempre peligroso, con las que construye Overbooking en el paraíso. Un
yo desnudo, sincero, expuesto hasta las entrañas ante ojos
familiares o extraños o desconocidos, arropado, sin embargo, con la
palabra
sugerente, sin referencias aprendidas.
El lector agradece la sinceridad del desgarro emocional porque le lleva a sus propios desgarramientos, quizá desconocidos hasta esta lectura, quizá nunca convertidos en palabras. ¿Pero cómo se puede llegar a la comprensión
de
un lenguaje nuevo, de este lugar poético tan personal? Dejándose llevar por
las
palabras, escuchando la evocación de cada frase, inspirados por cada metáfora y las relaciones semánticas insinuantes, rendidos ante la fuerza y la
viveza de las imágenes que impresionan el ánimo. El significado complejo de cuanto leemos en Overbooking en el paraíso se
relaciona con el significado complejo de cuanto sentimos, de cuanto nos mantiene con vida a las puertas de cualquier paraíso, aquí en la
Tierra.