viernes, 7 de febrero de 2014

Intemperie

La lectura de Intemperie me ha dejado tal cual, a la intemperie. Fui avanzando sobre la historia (sobrecogedora) con una mezcla de pudor y vergüenza, sintiéndome espía, cómplice de algún modo del sufrimiento de ese Niño del que no supe ni su nombre. Y cuando llegué a la última página, apenas me quedaron fuerzas para levantarme del sofá.  A su autor, un sevillano de adopción, lo he visto en alguna ocasión paseando por la Alameda con su daliniano bigote y su rostro angulado. Parece inofensivo pero escribe –lo leí en algún lugar- a navajazo limpio, sin piedad. Por la presencia del paisaje (agónico, nadie vaya a pensar en bucólicos escenarios) se le ha comparado con Delibes, por el viaje hacia ningún lugar de los protagonistas, con Cormac McCarthy (el autor de la novela “La carretera”  en que se basa la película homónima). Yo no recuerdo tanta desesperanza desde que leí a Onetti o a Donoso.
Me llamó la atención que la crítica calificase su prosa -elegante, cuidada, sobria en el detalle- de literatura de otro tiempo, porque la novela, editada oportunamente por Seix Barral, tuvo trece ediciones en un año, lo que es todo un logro en este tiempo.

Un último apunte: la novela se vendió en 15 países antes de ser publicada en casa.  Por eso, la editorial española  ya pudo incluir en las solapas fragmentos de las entusiastas críticas de los editores y críticos extranjeros. Así somos

jueves, 6 de febrero de 2014

El libro prohibido de Córdoba

La autora es la alemana Agnes Imhof, licenciada en Filosofía y especialista en el mundo islámico. Es una aventura que se desarrolla en la segunda mitad del s. X, que comienza en la ciudad de Córdoba -con el reino de Al-Mansur- y termina en Bagdad. Un viaje exótico y peligroso en busca de un libro herético: el "Libro de la Esmeralda", del filósofo Ibn Al-Rawandi. Sólo existe un único ejemplar, y su lectura está prohibida porque plantea lo inevitable de la duda, la imposibilidad para el hombre de conseguir una seguridad absoluta en sus afirmaciones y creencias. No se puede utilizar a Dios como garantía de veracidad. 
Aparte de por su contenido filosófico, esta novela me gusta mucho porque la historia está muy bien contada -es un viaje muy parecido al de El Médico o El último judio de Noah Gordon- y porque su protagonista principal, Ática, es una joven condenada a la esclavitud que sabe que su única posibilidad de liberación está en la lectura y el conocimiento.

Lola Villar 

domingo, 2 de febrero de 2014

El olvido que seremos



Novela autobiográfica de Hector Abad Faciolince. Entrañable y mágnificamente escrita,  cuenta la vida de su padre, un hombre muy especial, cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política.
Novela escrita como catarsis, como liberación: “Me saco de adentro estos recuerdos como se tiene un parto, como uno se saca un tumor”, declaró su autor. Muy recomendable.


Sergio Ramírez