viernes, 17 de marzo de 2017

Overbooking en el paraíso


A las puertas de cualquier paraíso. Por Juan Jorganes


Josefina Aguilar arriesga la escritura y algo más en Overbooking en el parso (Ultramarina). Publica un largo poema con la voz de una primera persona que disecciona su cuerpo enfermo de emociones por la espera ante la puerta cerrada del paraíso. Tras esa puerta, un interlocutor único, a quien se ofrece el sacrificio de ese cuerpo que solo quiere sanar con su presencia, con la cercanía al menos, se identifica desde las primeras líneas como el padre.

Solo una aventurera de la palabra escribe una carta al padre sin sentimentalismos, sin mensajes apropiados para un libro de autoayuda o para una diapositiva que colgar en Facebook, sin llevarnos por esos lugares comunes en todas las guías de viajes interiores. Los seres humanos tenemos sentimientos en común, emociones universales, dichas y angustias compartidas, pero cada individuo las percibe y las atiende como únicas e irrepetibles. Esta paradoja resultante de contar lo universal como único y lo personal como universal se resuelve en las grandes obras literarias, las que permanecen, las que señalan nuevos caminos por los que transitar.

Con la palabra como único material, se nos ofrecerá una solución nueva para resolver esa vieja paradoja, bien mediante la estructura de la obra (cómo se nos presenta) o bien mediante el contenido (qué nos cuenta) o bien, exponiéndose peligrosamente porque evita cualquier seguridad conocida, con una estructura rupturista y un contenido metarico, alegórico, en arrebatada sucesión de imágenes. Esta última es la opción de Josefina Aguilar: un lenguaje propio, presentado en una cascada de treinta ginas, para un yo único.

El libro no está dividido en poemas ni sigue el formalismo del verso. Mantiene un ritmo a base de oraciones simples, oraciones con solo dos verbos o frases sin verbo. Rompe, así, con la estructura más frecuente de cualquier libro de poemas. Toda la fuerza de su contenido proviene de la singularidad del lenguaje, pues no se parece a ninguno. Ese es el compromiso de la autordesde el comienzo y lo mantendrá hasta el final. Evita con acierto los peligrode la acumulación  incoherente de metáforas vacías y de la alegoría caprichosa, o la repetición de una simbología manida.

Enfrentada a todos los riesgos de la creación literaria, la escritora arriesga también el yo que unifica la obra pues lo expone a la propia disección del cuerpo para que no se escondan en ninguno de sus rincones las emociones, un material siempre peligroso, con las que construye Overbooking en el parso. Un yo desnudo, sincero, expuesto hasta las entrañas ante ojos familiares o extraños o desconocidos, arropado, sin embargo, con la palabra sugerente, sin referencias aprendidas.

El lector agradece la sinceridad del desgarro emocional porque le lleva a sus propios desgarramientos, quizá desconocidos hasta esta lectura, quizá nunca convertidos en palabras. ¿Pero cómo se puede llegar a la comprensión de un lenguaje nuevo, de este lugar poético tan personal? Dejándose llevar por las palabras, escuchando la evocación de cada frase, inspirados por cada metáfora y las relaciones semánticas insinuantes, rendidos ante la fuerza y la viveza de las imágenes que impresionan el ánimo. El significado complejo de cuanto leemos en Overbooking en el parso se relaciona con el significado complejo de cuanto sentimos, de cuanto nos mantiene con vida a las puertade cualquier paraíso, aquí en la Tierra.